¿Sabes cada cuánto tiempo debes hacerte un examen de la vista? ¿Conoces los beneficios de una revisión oftalmológica rutinario? ¿Sabes dónde puedes realizarte un examen de la vista de calidad? En este artículo te daremos las respuestas a estas y otras preguntas, para que cuides tu visión y prevengan posibles problemas oculares.
La vista es uno de los sentidos más importantes que tenemos, ya que nos permite percibir el mundo que nos rodea, comunicarnos, leer, trabajar y disfrutar de la vida. Sin embargo, muchas veces no le damos la atención que se merece y descuidamos nuestra salud visual.
¿Qué es un examen de la vista rutinario?
Un examen de la vista rutinario es una evaluación integral de la salud y el funcionamiento de tus ojos, que realiza un profesional especializado, como un oftalmólogo. El objetivo de este examen es detectar y corregir cualquier problema de refracción, como la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo o la presbicia, que afectan a la calidad de la visión.
Además, el examen de la vista también sirve para diagnosticar y tratar enfermedades oculares, como el glaucoma, las cataratas, la retinopatía diabética o la degeneración macular, que pueden causar pérdida de visión o ceguera si no se tratan a tiempo.
Un examen de la vista rutinario consta de varias pruebas y procedimientos, que pueden variar según las necesidades y características de cada paciente. Algunas de las pruebas más comunes son:
Historia clínica
El profesional te hará una serie de preguntas sobre tu salud general, tus antecedentes familiares, tus hábitos visuales, tus síntomas y tus expectativas. Esto le ayudará a conocer tu situación y a orientar el examen.
Agudeza visual
Se mide tu capacidad para ver con nitidez los objetos a diferentes distancias, usando una tabla de letras, números o símbolos, llamada optotipo. Se evalúa la visión de cada ojo por separado y de ambos ojos juntos, con y sin corrección óptica (gafas o lentes de contacto).
Refracción
Se determina el grado de defecto refractivo que tienes, es decir, la graduación que necesitas para ver bien. Para ello, se utiliza un instrumento llamado foróptero, que tiene diferentes lentes que se van cambiando hasta encontrar la combinación que te ofrece la mejor visión posible. También se puede usar una lente de prueba manual o una máquina automatizada, llamada auto refractómetro, que mide la refracción de forma rápida y precisa.
Biomicroscopía
Se examina la estructura y la salud de las partes externas e internas del ojo, como los párpados, las pestañas, la córnea, el iris, el cristalino, el humor acuoso, la retina y el nervio óptico. Para ello, se utiliza un microscopio especial, llamado lámpara de hendidura, que proyecta una luz brillante sobre el ojo y permite observarlo con detalle y ampliación. En algunos casos, se puede usar un colorante, como la fluoresceína, para resaltar alguna alteración o lesión ocular.
Tonometría
Se mide la presión intraocular, es decir, la fuerza con la que el líquido que llena el ojo (humor acuoso) ejerce sobre la pared del globo ocular. Una presión intraocular elevada puede ser un signo de glaucoma, una enfermedad que daña el nervio óptico y puede provocar pérdida de visión irreversible.
Para medir la presión intraocular, se puede usar un instrumento que sopla un pequeño chorro de aire sobre el ojo (tonómetro de aire) o uno que toca suavemente la superficie del ojo con una sonda (tonómetro de aplanación). En ambos casos, se utiliza un anestésico en forma de gotas para evitar molestias.
Fondo de ojo
Se examina la retina, el nervio óptico y los vasos sanguíneos que se encuentran en la parte posterior del ojo, donde se forman las imágenes que vemos. Esta prueba permite detectar y evaluar enfermedades como la retinopatía diabética, la degeneración macular, la hipertensión ocular, las oclusiones vasculares o las hemorragias.
Para realizar el fondo de ojo, se utiliza un instrumento llamado oftalmoscopio, que proyecta una luz sobre el ojo y permite ver su interior. Antes de la prueba, se pueden usar unas gotas que dilatan la pupila (midriáticos), para facilitar la observación del fondo de ojo.
Estas gotas pueden causar visión borrosa y sensibilidad a la luz durante unas horas, por lo que se recomienda no conducir ni realizar actividades que requieran una buena visión después del examen.
¿Por qué es importante hacerse un examen de la vista rutinario?
Hacerse un examen de la vista rutinario es importante por varias razones:
Mejora la calidad de la visión
Al corregir los problemas de refracción, se consigue una visión más nítida y cómoda, lo que mejora el rendimiento académico, laboral y personal. Además, se evitan molestias como el cansancio visual, los dolores de cabeza, la irritación o el lagrimeo.
Previene las enfermedades oculares
Al detectar y tratar las enfermedades oculares en sus etapas iniciales, se evita que progresen y causen daños irreversibles en la visión. Muchas enfermedades oculares no presentan síntomas hasta que ya es tarde, por lo que solo un examen de la vista puede diagnosticarlas a tiempo.
Preserva la salud general
Al examinar la vista, se pueden descubrir otras enfermedades que afectan al organismo, como la diabetes, la hipertensión, el colesterol alto, las infecciones o los tumores. Esto permite iniciar un tratamiento adecuado y evitar complicaciones graves.
¿Cada cuánto tiempo hay que hacerse un examen de la vista rutinario?
La frecuencia con la que hay que hacerse un examen de la vista rutinario depende de varios factores, como la edad, el estado de salud, los antecedentes familiares, los hábitos visuales y la presencia de síntomas. Sin embargo, como norma general, se recomienda seguir estas pautas:
Niños y adolescentes
Se debe hacer un examen de la vista antes de los 6 meses de edad, otro entre los 3 y los 4 años, y otro antes de entrar al colegio. A partir de entonces, se debe hacer un examen de la vista cada año o cada dos años, según las indicaciones del profesional. Los niños y adolescentes que usan gafas o lentes de contacto deben revisarse la vista cada año, para ajustar la graduación y evitar problemas de aprendizaje o de autoestima.
Adultos
Se debe hacer un examen de la vista cada dos años, hasta los 40 años, y cada año, a partir de los 40 años. Los adultos que usan gafas o lentes de contacto deben revisarse la vista cada año, para adaptar la corrección óptica a sus necesidades. Los adultos que tienen factores de riesgo, como diabetes, hipertensión, enfermedades oculares, antecedentes familiares o exposición a agentes nocivos, deben revisarse la vista con más frecuencia, según las recomendaciones del profesional.
Adultos mayores
Se debe hacer un examen de la vista cada año, a partir de los 60 años, ya que es la edad en la que aumenta la incidencia de enfermedades oculares, como las cataratas, el glaucoma o la degeneración macular. Los adultos mayores que usan gafas o lentes de contacto deben revisarse la vista cada año, para mantener una buena visión y calidad de vida.
En cualquier caso, se debe acudir al oftalmólogo siempre que se presenten síntomas como:
Visión borrosa o distorsionada
Dificultad para ver con claridad los objetos cercanos o lejanos, o para percibir los detalles, los colores o las formas de las cosas. Puede deberse a un problema de refracción, como la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo o la presbicia, que se corrige con gafas o lentes de contacto. También puede ser un síntoma de una enfermedad ocular, como el glaucoma, las cataratas, la degeneración macular o una infección.
Visión doble o diplopía
Ver dos imágenes de un mismo objeto, ya sea de forma horizontal, vertical o diagonal. Puede deberse a un problema de alineación de los ojos, como el estrabismo, que se trata con ejercicios, parches o cirugía. También puede ser un signo de una alteración neurológica, como un accidente cerebrovascular, una esclerosis múltiple o un tumor cerebral.
Halos o destellos de luz
Ver círculos de luz alrededor de las fuentes luminosas, como las bombillas, los faros o el sol, o ver destellos de luz repentinos o intermitentes. Puede deberse a una opacidad del cristalino, como las cataratas, que se operan para recuperar la transparencia. También puede ser un indicio de un desprendimiento de retina, una urgencia oftalmológica que requiere una intervención quirúrgica inmediata.
Manchas o moscas volantes
Ver puntos, manchas, hilos o telarañas que se mueven al mover los ojos, y que suelen ser más visibles sobre fondos claros o uniformes. Pueden deberse a un proceso normal de envejecimiento del humor vítreo, el gel que rellena el ojo, que se vuelve más líquido y forma grumos o fibras. También pueden ser un aviso de una hemorragia, una inflamación o un desgarro retinal, que pueden derivar en un desprendimiento de retina.
Pérdida de visión periférica o central
Reducción o ausencia de la capacidad para ver lo que está a los lados o en el centro del campo visual. Puede deberse a una lesión o una degeneración del nervio óptico o de la retina, como el glaucoma o la degeneración macular, que pueden causar una pérdida de visión irreversible si no se trata a tiempo.
¿Dónde hacer un examen de la vista rutinario?
El oftalmologo
Es un médico especialista en el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades oculares, tanto con medicamentos como con cirugía. Puede prescribir gafas o lentes de contacto, pero también puede realizar intervenciones quirúrgicas, como la operación de cataratas, el trasplante de córnea o la cirugía refractiva. El oftalmólogo suele trabajar en hospitales o clínicas oftalmológicas, y se puede acceder a él mediante una derivación del médico de cabecera o de forma privada.
Conclusión
El examen de la vista rutinario es una prueba esencial para cuidar la salud visual y general. Permite detectar y corregir los problemas de refracción, que afectan a la calidad de la visión, y diagnosticar y tratar las enfermedades oculares, que pueden causar pérdida de visión o ceguera. Se recomienda hacerse un examen de la vista rutinario cada año o cada dos años, según la edad, el estado de salud y los factores de riesgo de cada persona.
Cuidar la visión es cuidar la vida, por lo que no debemos descuidar este aspecto tan importante de nuestra salud.